¿Quién escribe estas líneas?

¿Quién se encuentra detrás del tufo nebuloso que articulan unas cuantas palabras, mitad instinto, mitad miedos, ansiedad e incoherencia sintáctica en busca de catarsis?

Hay un ente, solo en lo particularmente peculiar de su absurda soledad.

Hay un eslabón de malestar, que refleja a su vez, un síntoma del universo.

Hay infinitas ganas de amar; y un total desconocimiento de lo que es el amor.

Hay un mar de ignorancia sobre cómo vivir la vida y el instinto de una búsqueda ciega hacia algo llamado felicidad.

Hay nostalgia de su pasado y miedo de su futuro.

Hay una búsqueda de cierto saber y a la vez ganas de ya no saber nada de ese saber del que no hay saber.

Hay un mar de ritualidades y todo tipo de sublimaciones que lo jodido que me siento. Como ésta.

Y, ahora más que nunca, muchas ganas de abrirme a la gente y de dejar atrás todo esto para contarle alguien que un día pasé por esto y lo superé.

Soy -en parte- el resultado de las personas que conozco y que he conocido y no sería tan presuntuoso al respecto; por que ni yo mismo me conozco, soy el holograma de un tiempo que camina sobre piernas de acero, músculos de hierro y cabeza de garbanzo.

Algo esperará de mí la vida, o Dios, o buda, o el poder infinito del universo, que no tiene nombre y que a la vez tiene varios nombres, por que si mi destino fuera vivir todo el tiempo en la botarga de la estupidez, mejor fuera para mí y para el que me creó, no hacer esperar a los hambrientos gusanos.

Pedazos de luna en celo, cuelgan de tu rostro:

En el oscuro umbral de mis “pensamientos”, madeja de sentidos mermados y sesgadas percepciones; pido verte aunque en verdad anhelo que las imágenes transgredan mis espejismos carnales, estériles ya de tanto idealizar y de tan lúgubre materializar, ¿Materializar?, ¿Es acaso esa toda mi misión ontológica?, ¿Es contigo?, ¿Estallará una galaxia en el universo si nos fundimos en uno etéreo e indisoluble? Nada me gustaría más. Una pequeña parte del cosmos cuelga desde tus ojos y se desborda vertiéndose en la nada pintándola de carnaval, colibríes juguetean a tu alrededor mientras levitas en esta noche estrellada que un tal Van Gogh nunca supo trazar en las yagas de mi mirada.



Me preguntan: ¿Cómo debería ser para mí la mujer ideal?

¡Qué les puedo decir!....

Llevo varios años reptando sobre un pedazo de tierra en donde no he conocido a nadie -incluyéndome yo- que conozca en su totalidad a la mujer, que sepa lo que quiere y mucho menos que sea feliz una vez que vive con “la mujer de sus sueños”. Cosa rara. También llevo muchos años idealizando a la musa de mis líneas, quien siempre llega a ser rescatada por los vendajes de lo etéreo, impenetrable dentro de una nube mística y termina trascendiendo noches enteras, madrugadas y días somnolientos imaginándola, invocándola, como si fuera yo el hombre más cercano a un Dios que tuviera que atender mi deseo de manera inmediata...

Así, camino al día siguiente, pensando que el día de hoy me encontraré cara acara e inesperadamente con la mujer de mis sueños, con esa que apenas hace unas horas en la madrugada llené dos hojas de adjetivos absurdos y contradictorios, de toda una estructura prototipo de una mujer idílica. De repente, ahí está: una sonrisa desgaja y reduce a cenizas esos 200 adjetivos, esa estructura, ese prototipo, que no tiene nada que ver con la persona que tengo enfrente; pero que a pesar de ello me hace sentir tan enamorado y tonto, tan humano.

¿Dónde vive el hombre ideal?

Mucho menos sé quién es el hombre ideal, lo que al menos puedo especular es su ubicación cósmica, esta se encuentra en las plegarias de las mujeres que fervorosas piden, a Dios, a San Antonio, o a cualquier entidad metafísica de confianza por ese hombre que las hace estremecerse, y que para nada se parece -en todos los casos- al de la mujer de a lado. Por que éste, pobre digno de lástima, ya no se desea.

Oración.
Te puedo pedir todo, menos que mueras. Yo moriría contigo.
Ahora que estoy muerto, vació y mediocre, no se a donde llegare si no te tengo. Si no se donde buscarte. Prefiero que mueras a saberte perdida. Perdida, lejos de mi alcance, de mi imaginación y de mi vida.
Si regresas búscame, nos encontraremos y podremos reír un poco en lo que pienso como reinventar el pasado para olvidarte en el presente.
Te quiero demasiado alma congelada.

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