Me preguntan: ¿Cómo debería ser para mí la mujer ideal?

¡Qué les puedo decir!....

Llevo varios años reptando sobre un pedazo de tierra en donde no he conocido a nadie -incluyéndome yo- que conozca en su totalidad a la mujer, que sepa lo que quiere y mucho menos que sea feliz una vez que vive con “la mujer de sus sueños”. Cosa rara. También llevo muchos años idealizando a la musa de mis líneas, quien siempre llega a ser rescatada por los vendajes de lo etéreo, impenetrable dentro de una nube mística y termina trascendiendo noches enteras, madrugadas y días somnolientos imaginándola, invocándola, como si fuera yo el hombre más cercano a un Dios que tuviera que atender mi deseo de manera inmediata...

Así, camino al día siguiente, pensando que el día de hoy me encontraré cara acara e inesperadamente con la mujer de mis sueños, con esa que apenas hace unas horas en la madrugada llené dos hojas de adjetivos absurdos y contradictorios, de toda una estructura prototipo de una mujer idílica. De repente, ahí está: una sonrisa desgaja y reduce a cenizas esos 200 adjetivos, esa estructura, ese prototipo, que no tiene nada que ver con la persona que tengo enfrente; pero que a pesar de ello me hace sentir tan enamorado y tonto, tan humano.

¿Dónde vive el hombre ideal?

Mucho menos sé quién es el hombre ideal, lo que al menos puedo especular es su ubicación cósmica, esta se encuentra en las plegarias de las mujeres que fervorosas piden, a Dios, a San Antonio, o a cualquier entidad metafísica de confianza por ese hombre que las hace estremecerse, y que para nada se parece -en todos los casos- al de la mujer de a lado. Por que éste, pobre digno de lástima, ya no se desea.

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