Hace tiempo que las palabras no me envuelven en su peculiar atmósfera, hace tiempo que el vació es el signo de la inspiración. En otros momentos era suficiente escuchar el sigilo, la quisquillosa intensión de cualquier letra o palabra acosando el sentido y la imaginación creativa. En ese entonces resultaba pertinente y elocuente alterar el orden de sentidos para impregnar de pretextos el pixel y el cursor.
Resultaba bastante satisfactorio y motivador descubrir un mar de tinta digital en cada pantallaso. El Aura de los textos tomaba forma y los sentidos descarrilaban latidos y suspiros ahogados en la misma concreción de ideas.
Los signos olvidaban el sentido en la marea confusa y en la incesante alteridad de cada momento. En la efímera consistencia de las ideas.
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